Sobreposiciones

David Mateo (2018)

En los últimos tiempos Montoto se ha dedicado a hacer una pintura inusual, que combina de manera disimulada, sinuosa, cubanidad y universalidad, abigarramiento y contención… Yo me defino como una persona desasosegada que busca el sosiego desesperadamente, me dijo en una conversación reciente. Quizás por eso casi siempre mis obras son contenidas. Cuando abordé el barroco histórico no lo abordé desde el punto de vista de la exuberancia sino de lo que tenía de clásico el barroco y lo que tenía de pasivo, es lo que he tenido en cuenta casi siempre en toda mi obra anterior. 

Hay un artista paradigmático que le ha servido de ejemplo en este cometido actual: Wifredo Lam. Su obra la sentimos todos muy cubana, pero al mismo tiempo no tiene que ver con la algarabía, tiene un soporte muy clásico y también ese barroco europeo que trasmuta. Montoto no pretende ser entrópico, quiere ser ordenado, contenido, pero al mismo tiempo los valores del barroco lo atraen, lo seducen. Nació en una región que es visualmente barroca, se formó en una cultura abigarrada, de sobreposiciones, de yuxtaposiciones. Leyendo a Lezama descubrió muchas aristas de ese abigarramiento cultural, y leyendo a Severo Sarduy reforzó esa idea del abigarramiento americano en general. Siempre le ha preocupado mucho cómo poder recuperar el abigarramiento de nuestra expresión cultural y hacer una obra contenida. En realidad, esa es su gran preocupación a nivel conceptual, a nivel intelectual: saberse por un lado cubano, que vive en una periferia bulliciosa, marginal, como Guanabacoa, donde está buena parte de la sustancia de lo que tiene que expresar, y al mismo tiempo trabajar porque esas pertenencias y definiciones no aparezcan en la obra mecánicamente, intentar separarse de los clichés. 

El fundamento visual de estos nuevos cuadros está precisamente en esa yuxtaposición de elementos. Es una variable de entremezclamiento pictórico que nunca llega a cuajar sino más bien a emulsionar, y en esa emulsión hay valores autóctonos y universales. Para lograr ese propósito representativo buscó un artificio elemental: que todas las cosas que aparezcan en la obra estén en un ambiente neutro. No es un ambiente simbólico de tristeza o secreto, sino sencillamente de color neutro, que contiene, inhibe todo el protagonismo que cualquiera de los componentes quisiera tener. Es como si todos ellos quedaran subyugados, supeditados a una atmósfera o imagen inclusiva.

Estoy haciendo estas obras porque estoy en una etapa de madurez –plantea al respeto-, estoy también en una edad más avanzada, he vivido más, he visto más, he pensado más, he estudiado más. Empiezo a ver que hay un campo más profundo por indagar, y también me interesa evadir los clichés, evitar que mi obra sea catalogada de cubana porque tiene luz, color, símbolos. Lo cubano también es oscuro, enmarañado, sucio, feo… Por otro lado, siempre he defendido la idea de que el arte es abstracto, sobre todo como fenómeno mental, no existe ningún arte concreto. La abstracción es justamente un poder mental, un mecanismo de la mente que es propio del conocimiento, y un mecanismo que tiende a las asociaciones, a las generalizaciones, y no podemos distinguir sin abstraernos. No hay que olvidar que, cuando miramos, percibimos millones de objetos, de imágenes que llegan a nuestro cerebro, pero no podemos ni retenerlos todos ni pensar en todos, es un mecanismo auto-protector del cerebro para discernir entre las cosas. Ahí comienza el proceso del conocimiento y de la significación.

Lo que le interesa a Montoto es acumular muchas más imágenes percibidas desde su mirada intelectual y artística, y entregárselas al espectador. Pero como se trata de apariencias, él quisiera que quedaran minimizadas o subyugadas a una especie de tinte, de manto general, de neblina que las engloba a todas y no deja que el espectador las perciba claramente. Con estas piezas se le exige al espectador una dosis de esfuerzo para darse cuenta de las cosas, cosas que también están en su vida, pero sin que las continúe viendo como cliché, sino como cosas normales, cotidianas, que pueden ser tan esenciales como la máquina de afeitar o el cepillo de dientes, cosas que tiene a la mano todos los días. Pero no se trata de un proceso planificando desde el punto de vista selectivo y compositivo, sino de un proceso de sumatorias que ha de ser espontáneo, experiencias de encuentros fortuitos, causales, de imágenes que se van superponiendo.

Montoto no quiere pensar esta vez en el cuadro como la construcción de una idea específica, sino como una yuxtaposición de elementos encontrados, y será la facturación la que va a dictar si las imágenes se verán con mayor o menor nitidez. Puede ser que haya imágenes que queden ocultas para siempre, puede ser que haya cosas que te deslumbren o te confundan. La mayor parte de las imágenes están encaminadas a ser ambiguas, pudieran recordar o evocar otra cosa, digamos un artefacto semicircular que termina en ángulo agudo, pudiera recordar un elemento de la arquitectura barroca cubana, o pudieran recordar cosas de la arquitectura rusa que provienen del bizantino. 

La intención no es la de romper con el pasado, por el contrario, estas obras de las sobreposiciones pretenden acumular toda la experiencia del artista hasta el momento. Incluso algunas evocan o se relacionan con series anteriores como “Versiones” y “Anatomía topográfica”. También hay un vínculo con la tesis de Montoto de la ENA en la que aparecían los gallos, la imagen de La jaula. La obra de Montoto siempre se manifiesta como un reciclaje de periodos anteriores desde el punto de vista conceptual y técnico, en los que se prioriza el debate entre la abstracción y la figuración. Por ejemplo, en estas obras se vuelve a la veladura y al lavado, recursos que ya había utilizado en algunas piezas de finales de los ochenta y los noventa. 

Quisiera que la experiencia mía en Rusia saliera de alguna manera, desde un punto de vista mucho más profundo, una de las cosas que está sembrada en mi es el alma rusa, el canon del icono ruso. Eso yo lo descubrí bien, y a veces cuando estoy haciendo algunos de estos últimos cuadros de las sobreposiciones, es como si realizara un estudio morfológico de determinadas construcciones iconográficas rusas. He ido buscando elementos que me dan claves de cómo se construía la iconografía rusa a partir de la bizantina. Hay elementos constructivos, colores y relaciones que siempre me atrajeron y quise introducirlas en las obras mías de un modo diferente a como lo han hecho otros artistas, Ángel Ramírez por ejemplo… Y aquí está entrando esa experiencia rusa en cuanto ella penetró la propia realidad nuestra durante mucho tiempo. Hay algunas generaciones de cubanos que guardan nostalgia por esa iconografía rusa, los muñequitos o la cinematografía son buenos ejemplos de ello. Esta obra que estoy haciendo ahora, desde cierto punto de vista, es un riesgo, pero estoy consciente de ello y lo asumo con responsabilidad. Es un desgarramiento de los límites hasta los que había llegado.