MONTOTO, HAMLET, MATRIX Y LA MADRE DE LOS TOMATES

Elvia Rosa Castro (2003)

I

Estar delante de Sin insistencia, ¿Seremos fértiles? o El signo inicial me remite, tan rápido como pueda imaginarse, a Edipo. Tras ellas veo a la impávida Esfinge lanzándome un acertijo en cuya solución pareciera estar el vuelco del destino. 

Sin embargo, a esa enigmática y supuesta cuerda salvadora no la asumo como algo en lo que me vaya la vida. Resultaría ocioso ocultar mi filiación a Huizinga en que somos homo ludens, sobretodo porque ese atributo se da en el plano cultural. Y el jugar significa para mí, como todo jugar, un desafío. En este caso, interrogar al fundamento sobre el que se erige la obra de Arturo Montoto. Usurpar al artista esas claves que sólo el pensamiento calmo y el humilde sentido común pueden develar so pretexto de llevar a buen término un ejercicio exegético de esa naturaleza.

A mí -endeble y frágil- me agrada que así sea. Prefiero el reto sofista y la discusión bizantina –nadie dude de su exquisitez- ante la violencia del gladiador, ante la masividad del Coliseo. De modo que será un reencuentro en solitario: las piezas del artista escudriñadas ya no por una visión impresionista, sino por la suspicacia generada en encuentros anteriores. De la misma manera en que se las vieron aquellos monjes de la colina italiana con Guillermo de Baskerville. 

Algunas ideas que tuve en cierto momento vuelven a tomar vida y se acoplan, parafraseando a Baudrillard, con el donaire de una presencia con deseo.1

II

The Time is Out of Joint

Shakespeare en Hamlet

La obra de Arturo Montoto siempre me ha llamado la atención por sus ribetes perversos.2 Él, como nadie en esta ínsula, ha llevado el pastiche hasta sus consecuencias últimas. Aunque, en este caso, el acto de tomar prestado no está en las formas o iconos concretos sino en el procedimiento. Además, esa empresa que en Cuba se implementó para armar un discurso que parodiara o criticara la realidad usando referentes ya reconocidos por la historia ha sido intervenida por el artista para realizar una nueva inversión: su hacer se concentra en el propio discurso del arte. 

En este sentido, resulta una suerte de inmanentista. La identidad se produce en el mismísimo predio de lo artístico y no fuera de él. No obstante, aunque paradójico, se inserta en la realidad, pero desde y por lo ilusorio. 

(Todo lo ilusorio es real.)

La representación se convierte en el sujeto de sus especulaciones pictóricas. Allí donde todos sólo ven excelente factura en la corteza quedan, sin paladear o sufrir lo que hay detrás de ese riguroso enlace de luz y sombra que engaña todo el tiempo por su empaque old fashion. Se entrampa el entendimiento en las apariencias: cualquier fruta, cualquier objeto doméstico puede estar allí retando nuestra atención. Importa –y aquí es donde la obra siempre va a ser una obra contemporánea, ya en el XVI, ya en el XXI- el desconcierto generado por un objeto descentrado, out of joint, outside. Un objeto desencajado y desencantado. Sacrificado. No son felices allí, salvo en el reconocimiento de su misión. Perturban porque delatan el sentido de todas las épocas… Modernas, quiero decir. Su perenne estar ahí no constituye gratuidad alguna: develan, avisan un contexto lleno de disyunciones, en el que conviven tiempos y espacios diferentes. Marcado por la incertidumbre o una “enfática aspiración a lo incierto”, como afirmó José Manuel Poveda, en El misterio del arte. 

Esta alinealidad, propia de lo atemporal, y la ruptura de significantes provoca el silencio. He aquí uno de los efectos de la obra de Montoto. Ya, desde su construcción misma, se erige en propuesta silenciosa.3

Como mismo la poesía concreta es imposible de leer en voz alta, rompiendo de este modo con esta práctica monástico-medieval; como mismo ciertos experimentos en hipertexto nos obligan al salto conjurando intervalos de silencio; y como mismo las incursiones de Cage subrayan la importancia de aquel como sonido agregado, Arturo Montoto crea sus Ámbitos silenciosos, posibles gracias a ese procedimiento al que me referí anteriormente: establecer una disyunción a través de una operatoria en apariencia fácil o hedonista: introducir un objeto extraño en un espacio a todas luces barroco. Esa presencia trastoca la sucesión y hacemos mutis. Sigue siendo muy perverso: “el máximo de precisión para provocar el máximo de desvarío”.4

Así me llega la obra de este artista. 

III

Nothing really matter

Freddy Mercury

El sólo hecho de existir nos asegura un estado ilusorio. Desde Platón hasta nuestros días, esta ha sido una “verdad” irrefutable y acentuada –da la casualidad- con el Barroco: la idea del mundo como teatro, de la vida como sueño. El “todo es vano” en Macbeth…

Cuando analicemos los grandes giros del siglo XX no nos quedará más remedio que aceptar, tras pasar revista a los avances informáticos y mediáticos, algo leve pero hondo: cambia la noción del tiempo y el espacio, ergo se transforma la manera en que los objetos se organizan y representan en nuestro interior. Yendo a lo inadvertido: todo ello no hace más que subrayar la naturaleza ilusoria de la realidad, aunque se presente como hiperrealidad.

En este punto quiero detenerme, dado que se presenta la otra perversión en la obra de Montoto. Su instrucción filosófica y teórica en general lo hace partícipe de estas preocupaciones. Y no se estremece, como yo tampoco, ante algo demasiado orgánico; por el contrario, se apropia y lo acentúa. 

Acaso sería legítimo afirmar, sin rubor, que toda la obra de Arturo Montoto es una engañifa. Y esa condición Matrix plus es la que me fascina. Se trata de una ilusión de tercer grado que puede resumirse en la tríada ilusión natural/ilusión estética/ilusión provocada. Las dos primeras existen per se, la otra es un aporte del artista. 

Su obra es más intelecto que factura. 

He ahí la causa eficiente de su seducción.

IV

Pero alguien abre la puerta y dice que todo es posible: 

la terneza o el desencuentro, la plenitud del día o la miseria

Manuel Sosa

Llegado este punto habría que preguntarse si esa misma operatoria no pudiera tener otra coartada lingüística. Me temo que no. “Toda coartada es siempre un pretexto. El pretexto, justificación: fundada e infundada, cierta e incierta, aprobada o reprobada. Sustancia y/o atributo. De ser sustancia y/o atributo, la coartada deja de serlo para convertirse en exigencia, en necesidad, y esta no puede referirse sólo a un cambio morfológico”.5

En otras palabras, si Montoto insiste en este trompe l’ oeil, donde los legos se convierten en fans y quisieran tenerlo en sus casas, donde los “entendidos” saben que detrás de la corteza existe una recia especulación fundada y fundamentada y también quisieran tenerlo en sus casas, seguirá con esa propuesta visual hasta sus últimas consecuencias. Con variantes, por supuesto, como esta exposición, que es de dibujos y sin embargo continúa fiel a su estrategia, pero no más allá. De otra manera se derrumbaría esa fascinante condición Matrix y su ilusión de tercer grado.

V

Dos más dos son cuatro… hasta nueva orden

Albert Einstein

Como los opuestos suelen amarse y fundirse; y como soy adicta a la heurística, hago pública mi intuición de que a la miope frase “eso sí es pintura” le seguirá otra no menos cegata, “¿y esto es pintura?”. Lo veo venir. Me refiero a un dato para mí clarísimo por lógico: la obra de Arturo Montoto desembocará en una abstracción de visos suprematistas. Otra vez “el máximo de precisión para provocar el máximo de desvarío.” Sólo que a la inversa. Simplemente aplastante.

Y lo seguirá siendo.

Como lo han sido Antonio Vidal, Antonio Eligio (Tonel) y Eduardo Ponjuán, a quienes considero, junto a él, los hombres más cultos e instruidos de los últimos cincuenta años de las artes plásticas en Cuba.6

 


1. La frase de Baudrillard es inversa, es decir, “presencia sin deseo” al referirse a la obra de Andy Warhol en un ensayo excelente titulado “The Plastic Inevitable” en una revista World Art de 1996.

2. Aunque el expo de la que hablaré en esta nota no tuvo nada de perverso, tal vez pueda explicar mi interés, digamos que acentuado, por el artista. El cosquilleo por escribir sobre la obra de Arturo Montoto comenzó en esa Acacia abarrotada de olores, voces, vapores, farándula, pósters que a guisa de obsequio eran arrebatados de las manos de un asistente por jóvenes fans que luego se disputaban la firma del artista. Porque Montoto no es sólo su arte. Cualquier hecho que tenga que ver con él, lo trasciende: trátese de un “caso” o “fenómeno”, algo que Jorge Luis Montesino ha venido apreciando y exponiendo en sus escritos sobre el artista.

Aquella muestra se llamaba Dibujos y era el año 2001. Salí visiblemente molesta –La Acacia tiene algo de hechizo que succiona todas mis energías. Ya en la acera sólo atiné a preguntar: ¿A qué vienen esas lecciones de anatomía en la galería? ¿Por qué Montoto hace esto? Irremediablemente establecí un link: Kcho había expuesto sus desafortunados Tatlins en el Museo de Bellas Artes, alarde de homenaje a La Jungla de Wifredo Lam: para homenajear a Lam, más vale hacerlo desde su naturaleza humana y no de un subterfugio o ingenio formal. Hay que ser un pesado consecuente y aquí muchos –las mayorías- comulgan.

Montoto y Kcho no tienen que ver. Los relaciona, eso sí, el tiempo de la exposición y el significado simbólico de cada firma. Léase la referencia entonces como el fruto de las infinitas e inevitables asociaciones que establece la mente, pues se trataba de sendos nombres. Por fortuna, el expo de Montoto y su catálogo terminaron convirtiéndose en verdadera lección pues estos últimos fueron donados al sistema de enseñanza artística como consecuencia de la falta de textos sobre la anatomía humana en nuestras academias.

Un dato: las preguntas que me hice, pensé, deben tener espacio para escribirse. Ese fue el germen de lo que ahora todos conocemos como el Sr. Corchea en el tabloide Noticias de Artecubano.

3. Se dice que muchas veces importa más lo que no se dice. Cuando supe que esta muestra tendría por título Ámbitos silenciosos un recuerdo se apoderó de mí. Comenzando los 90 me creía poeta y comencé a experimentar con el tropo, pero bajo una estructura puramente matemática, para ser exacta, spinozista. Justo como escribió el filósofo la Etica: definición, axioma, proposición, demostración, escolio y corolario. Mi texto se titulaba Donde se pretende escribir en una camisa de fuerza y las definiciones III y IV decían respectivamente: Por valor entiendo la sutileza y el silencio de mi generación/Por libertad entiendo la ausencia de erratas en discursos, publicaciones y convicciones que me ahorren tener que separar el banco de la forma del banco. 

4. Octavio Paz. Pasión crítica. Seix Barral, 1990. P.28.

5. Elvia Rosa Castro. La conjura de los fieles. Editora Abril, La Habana, 1998. P. 9.

6. Después de tal afirmación viene la duda: ¿Será verdad eso de que los pinareños son tontos?