La pintura del azar de la memoria

Armando Álvarez Bravo (2000)

En 1998, el pintor cubano residente en México Arturo Montoto presentó una impresionante colección de cuadros en el espacio de Oñate Framing Galleries, de Miami. Desde el oficio, destacaba en aquella muestra que era una celebración de la pasión por la pintura en sí misma, la sobriedad, el peso de lo arquitectónico, la capacidad del artista para extraer a una ceñida paleta un rico espectro de valores que resaltaban el objeto elegido para constituir el centro focal de la obra.

El azar de la memoria, la nueva exposición de Montoto en la misma galería es, si esto es posible, la materialización de un adentramiento en un lenguaje propio y dominado en que el detalle es esencial en los ambientes que el artista sabe crear con un decidido sentido poético y un rigor formal definitivo.

Lo arquitectónico sigue siendo central en las piezas, destacando en esta ocasión como arquitectura de sugerencias, los quicios, las puertas y las entradas. En una palabra, las construcciones tocadas por el tiempo que, a fuerza de resistencia, ganan un tiempo propio en que unos cestillos, las hojas del maíz, una pequeña palangana con una cuchara y una fruta, entre otras cosas, se cargan desde su evidencia, de múltiples significados que son el juego secreto de los azares de la memoria del pintor.  

La primera y obvia tentación que se tiene ante estos óleos es insertarlos, desde su academia bien asimilada y su exquisito dibujo, en el área de la obra figurativa, realista hasta el extremo. Pero, ojo, siempre las etiquetas son peligrosas y tienden a limitar. En verdad, la intención que mueve al pintor al concebir y realizar su pintura es el latido de la abstracción y el minimalismo.

La inmensa paradoja que esto supone no hace más que enriquecer los contenidos de las piezas. Unos contenidos que se nutren de la experiencia del barroco más suntuoso y del barroco más frío en el trabajo con las luces y las sombras, que crean una atmósfera en que la simbiosis de fuentes de la imagen se constituye en firma de estilo. 

Son estos lienzos tan inmediatos como remotos. Y su realidad es producto del azar de las vivencias del creador, tanto de las de su infancia en que buscaba, en el gran patio de su casa campesina, objetos sepultados que eran germen de historias tan reales como fantásticas. 

Así, ésta es una pintura de hallazgos que, desde su identidad, se metamorfosean a partir de la vocación de verismo de Montoto. En este sentido, estas piezas tienen el caudal de la actual pintura cubana, una dimensión particular que se vuelca dentro de lo más íntimo de la criatura y reivindican un espacio expresivo propio en que el refinamiento es manifestación natural del estricto prisma de la belleza.

De nuevo, el lujo de estos cuadros de minuciosa ejecución es la exaltación de lo mínimo en el marco de una tradición pictórica y cultural que cuenta entre sus características esenciales, la pasión por el espacio cuajado, por la opulencia, por la vibración cromática o lineal de los elementos. De esta suerte, tan cubanas, estas obras son una negación del imperio del horror al vacío de la existencia y los espacios en que se cumple.

El azar de la memoria reafirma desde la suma totalizadora de su verismo, de su espíritu abstracto, de su voluntad minimalista, de su carga poética a partir de los azares incontrolables de la memoria, que siempre es poesía, una de las más acabadas posibilidades de nuestra rica plástica.