Arturo Montoto: la pintura como salvación

Ariadna Cabrera (2023)

Ilusiones perdidas puede entenderse como una metáfora sobre el tiempo y su acción devastadora. También es la manera que encuentra ese gran pintor cubano que es Arturo Montoto para canalizar sus emociones y pensamientos sobre el arte y la vida en las circunstancias actuales.  El público sin dudas se sorprenderá con esta nueva exposición. Sobre todo, aquellas personas que fijaron en su mente la estética de las obras de la década de los 2000, con las que el artista se volvió tan popular. La estética Montoto, legitimada por críticos como Rufo Caballero y David Mateo, se impuso en aquel momento como una pintura analítica, autorreflexiva, una pintura que se bastaba así misma, que no tenía necesidad de hacer comentarios explícitos sobre el contexto político, social, económico. 

Los planos arquitectónicos, de una humilde arquitectura doméstica, precaria, de muros gastados, grietas en todas las superficies, quicios con esquinas rotas, escalones ciegos que no llevaban a ningún lugar, puertas y ventanas que insinuaban aberturas por la que la vista se podía infiltrar sin encontrar nada, ningún destino reconocible; y las naranjas, los panes, cocos, papayas, chirimoyas y mameyes, puestos ahí, como elementos de un bodegón, para ser iluminados, recreados melindrosamente por el pintor; todo ello hablaba de una pintura que se regocijaba consigo misma, con su potencialidad como lenguaje capaz de crear realidades propias, sin mirar mucho afuera. 

Sin embargo, todas aquellas metáforas – como las que hoy figuran en las obras que conforman Ilusiones perdidas – permitían prolongar la interpretación hacia el plano de las analogías con estados anímicos, personales y colectivos, que tenían que ver, al fin y al cabo, con el contexto insular: la esquina sin salida, la oscuridad incierta que se imaginaba en los espacios interiores apenas insinuados, la degradación de todas las superficies materiales, la escasez de los elementos orgánicos, las apetitosas frutas objetos del deseo, la lujuria, el hambre, la ausencia de presencia humana, el desierto humano…

Las obras que Arturo Montoto comparte en esta ocasión con el público de la Galería Artis 718, fueron realizadas en su mayoría en los últimos años- a excepción de dos piezas que datan de 2008 y 2010- y pertenecen a una vertiente de su obra reconocida por la crítica y el artista como dark. Estas obras un tanto atípicas y sosegadas en cuanto al color, si la comparamos con la producción más visibilizada de Montoto, han emergido en diferentes momentos de su trayectoria artística. En la presente propuesta el artista se adentra en una exploración que prescinde de los fondos arquitectónicos, algo que al parecer ya comenzaba a gestarse desde mediados de los 2000. En estas piezas los fondos son abstractos. Una abstracción gestual, expresionista si se quiere, pero sin agresividad del color.

La paleta de Montoto sigue siendo parca, seca, amarga. Y los protagonistas son objetos, viejos objetos, artefactos residuales gastados por el uso y el tiempo. En algunos piezas opta por la representación de utensilios e instrumentos prístinos de la cultura mesoamericana, como metates, hogueras, a lo cuales les confiere  una cualidad aurática, los convierte a través de su pintura en objetos casi sagrados. Algunos de estas representaciones – Conjuros, La muerte del Behíque- contienen alusiones a nuestros ancestros y sus rituales, como especie de homenaje desde el presente.  En otros casos se enfoca en herramientas e instrumentos más comunes e insulsos  pero que se nos muestran mágicos, anacrónicos, extraños en un mundo cada vez más consumista que los desecha y deja en el olvido. El pintor los hiperboliza en sus dimensiones, por lo que, siendo abstractos los fondos, estamos obligados a interrogarlos, detenidamente, detalle a detalle, textura a textura. Las degradaciones de los valores, los colores ocres, terrosos, oxidados logran hacer emanar la tristeza y nostalgia contenida en estos objetos caducados y corroídos, a través de los cuales el artista parece hablarnos de lo inevitable, de lo trágico. 

Esa misma ironía trágica está contenida en el título de esta exposición: Ilusiones perdidas. Existen pocas cosas más trágicas que una ilusión perdida; es una sensación amarga y triste, como lo son estos objetos de Montoto. Por tanto, en estas obras debemos hablar no tanto de metáforas como de metonimias. Estos objetos son el residuo de la vida, una minúscula e insignificante parte de la vida, pero parte de la vida al fin y al cabo. Cuando el artista los hiperboliza en su representación, al parecer quiere que la metonimia se agigante también, y que el fragmento totalice el sentido, que lo condense. Herraduras oxidadas, residuos de clavos, calderos llenos de herrumbre, una pira a punto de convertirse en fuego y ser reducida a cenizas, todo en las pinturas de la muestra parece advertir sobre lo irreversible del devenir del tiempo.

Si antes en los entornos arquitectónicos de la pintura de Arturo Montoto nunca hubo presencia humana, ahora, al desaparecer todo vestigio de espacio habitable, lo que parece perdido es la vida misma.